Esta mañana hemos asistido a un taller de comunicación impartido por Carmen Gloria Aranda Navarro, Comunity Manager. El tema central ha sido Neuroventas, que consiste básicamente en conocer el cerebro de nuestro “individuo objetivo” (cliente, entrevistador@, empresari@ que queremos que nos contrate).
Para ello es fundamental aprender, estar motivad@, o como diríamos coloquialmente, echarle ganas. Debemos definir muy bien quienes somos nosotros, diferenciarnos del resto y darnos a conocer cómo algo exclusivo, de gran valor y que se nos pueda identificar. Esto es, como vender un producto commodity (productos básicos que no se diferencian los unos de los otros), de una forma diferente.
A la hora de buscar un puesto de trabajo, nos pueden surgir problemas que podemos solventar con distintas actitudes:
Alegrar los oídos de la persona que tenemos delante.
Escuchar, ofrecer soluciones, asesorar, saber cuándo decir sí, y cuando decir no.
No mentir ni inventar.
No tratar de vendernos desde un primer momento de manera precipitada porque puede resultar acosador.
Conocer el cerebro de la persona en cuestión y saber qué camino debemos tomar.
Creerse bueno, venirse arriba y echarle coraje.
Tener la máxima “el que da, siempre recibe”.
Llevar un orden: escuchar, preguntar, ofrecer, y ya luego, vender.
Provocar emociones penetrantes y activar su cerebro reptil (el apasionado, el ganador, el que no piensa y actúa).
Efecto espejo: caer bien.
Impactar al empresario con un CV diferente, bien en papel o bien en web, hacerlo atractivo, con un “envoltorio” que llame la atención (puede ser con vídeos de presentación, testimonios de empresas y compañeros con los que hayas trabajado, ya que los demás le dan valor a lo que tú dices tener).
No ofrecer algo que no te están demandando.
Existen también estrategias que pueden ayudarnos a conseguir nuestro objetivo laboral, como la estrategia de David Ogilny de los 5 segundos, que consiste en impactar en los cinco primeros segundos para captar la atención y que quieran escucharnos.
También es importante dosificarse y simplificar, hablando fundamentalmente de los requerimientos de la empresa, aunque tengamos mucho más de nosotros para ofrecer. Y hay que hacerlo con cierto orden, porque el cerebro ama el orden, y para ello debemos estructurar nuestra presentación en este orden concreto:
1. Me presento.
2. Lanzo preguntas (5”).
3. Escucho.
4. Desarrollo mi discurso (no más de 3’).
5. Vuelvo a preguntar.
6. Resuelvo objeciones.
7. Concluyo.
Por otro lado, debemos ser elegantes con respecto a los posibles candidatos que puedan suponernos una competencia en nuestro objetivo laboral, y nunca hablar mal de ellos, incluso alegrarnos de sus logros, pero dejando sutilmente en el aire, si realmente poseen aquellas cualidades, aptitudes o actitudes que nosotros sí tenemos y que son de gran importancia para la empresa. Para dominar esta parcela, debemos conocer tres miedos/necesidades del empresario (investigar la empresa) y ofrecer tres capacidades nuestras que le resuelvan.
Y por último me quedo con una frase con alta dosis de positivismo y motivación: “Si realmente crees en ello, cualquier cosa es posible”.