Mi Lanzadera. Capítulo III

De pequeño, además de jugar con mis Power Rangers y de comer bocadillos de Nocilla viendo a Leticia Sabater, una de las cosas que hacía era jugar a tener mis programas de radio. En esos juegos comentaba partidos de fútbol, principalmente. Es herencia de mis abuelos: los veía desde enano con su radio a cuestas y yo también quería. El Carrusel Deportivo era una de mis biblias. 

Fui creciendo y mi afición por las ondas siguió intacta. Me lo escuchaba todo. Llegué a un punto en el que fantaseaba con enviarle una carta de amor a Gemma Nierga, por la cual ella se enamoraría irremediablemente de mí y viviríamos juntos y felices por siempre. 

Años después, en la Lanzadera de Telde, grupo al que me enorgullece pertenecer, creamos un proyecto de comunicación en el que pretendemos ir a radios para contar de qué va esto de las lanzaderas. Claro, a mí se me abren los ojos como a Bob Esponja cuando ve a Arenita. Ya me imagino con mis auriculares y el micro delante. Justo como me había imaginado años atrás, gritando goles del Madrid mientras mi abuela me decía que los vecinos se iban a quejar del ruido.

La primera parada del tour de radios es la de Canarias Radio. Roscas y cotufas, concretamente, con Kiko Barroso. Y, mire usted por donde, yo soy uno de los elegidos para ir a contar nuestras cositas. 

Para ese día, me levanto tempranito, desayuno bien, me preparo la comida para después -un cuscús con pechuga de pollo, que uno tiene que cuidar la línea y alejarse de los bocadillos de Nocilla viendo a Leticia Sabater-, me ducho y me pongo, cómo no, una de mis camisas de bonito. Porque a ver, no van a verme en la radio. Ya lo sé. Pero hay que honrar el momento. Era eso o mi camiseta de Sergio Ramos, y esa ya estaba desgastada de tanta celebración de Champions.

Vamos a la radio, junto a nuestra santa coordinadora Yurena, la sagaz Brenda, la aguda Lidia, el resolutivo Melo y este pizpireto niño que les escribe. Muy expectantes, repasando en nuestras cabezas las posibles preguntas y respuestas. Pensando si vamos a tener tiempo de contar todo lo que queremos contar, si vamos a saber transmitir todos los valores de nuestro proyecto y hacerlo concreta, correcta y eficazmente. Dándole demasiadas vueltas, en definitiva. 

Llegamos a los estudios y nos recibe la productora Ana Freire, que, muy amablemente, nos tranquiliza y explica un poco el procedimiento. Confiados, nos sentamos a esperar. Yo me pongo a leer uno de estos dominicales que vienen con el periódico de turno. Me fijo en un artículo sobre Bad Gyal, que por lo visto es la reina del trap. Mientras pienso en si soy un viejo por no saber esto, o solamente es falta de información, llega Kiko Barroso a saludarnos. También se dedica a tranquilizarnos. Me pregunto qué verán en nuestras caras para incidir tanto en que nos calmemos.

De repente, oh, sorpresa, resulta que el invitado anterior a nosotros no se presenta y ahí que vamos, que ya que habíamos llegado con tiempo de antelación... Así que ahí estamos, con nuestros auriculares puestos y nuestros micrófonos delante. Justo como me había imaginado tantas veces. Nos dan las últimas indicaciones y empieza a sonar la sintonía del programa, que es nada menos que esa simpática tonada que se suele cantar como palomitas de maíz, palomitas de maíz... Claro, es que el programa se llama Roscas y cotufas -palomitas de maíz en Gran Canaria y Tenerife respectivamente, para los lectores de fuera de las islas-, así que inteligente movimiento, inteligente movimiento.

La entrevista empieza presentándonos y con preguntas más técnicas que responde Yurena. Vamos hablando todos y soltándonos. Yo intento mantenerme serio al principio. Porque a ver, hasta donde yo sé, Roscas y cotufas es un programa serio y no quería yo dar la nota. Pero me escucho hablar y me siento cohibido, pensando cada palabra para no, digamos, fastidiarla. Es entonces cuando pienso: qué demonios, uno de los objetivos de la Lanzadera es reconocer tus valores y potenciarlos. Y uno de mis valores es el humor y el metalenguaje. Así que va, empiezo a hablar y responder con más soltura. Si me sale una gracia, pues me sale una gracia. Eso no quiere decir en absoluto que me tome menos en serio la Lanzadera ni la entrevista. Y se nota. Creo. Me siento a gusto ante el micrófono, estaría ahí hablando horas. Si es que soy así, me vengo arriba cuando hay un escenario, una cámara o un micro. 

La santa Yurena, la sagaz Brenda, la aguda Lidia y el resolutivo Melo hablan como si los nervios sentidos anteriormente ya hubiesen desaparecido. No es que me sorprenda, porque los conozco y sé de lo que son capaces, sino que me siento orgulloso. Como la mamá que ve a su hijo cantar en La Voz Kids. Así como estaría horas hablando ante el micro, también estaría horas oyéndolos a ellos. Cómo se explican, cómo ponen en valor lo que hemos aprendido, cómo cuentan nuestros proyectos, cómo dicen cómo se ven en un futuro, qué seguridad, qué tono de voz. Ay. De hecho, si los oyentes han entendido de qué va, si han entendido lo que hacemos, ha sido por ellos.  Pero eso sí, chicos, a ver, no se confundan, que el colega de Kiko soy yo, ¿eh? Vamos, vamos. Como si nos conociéramos de toda la vida. Gran dúo Kiko y yo, como la leche y los cereales. Claro que sí, mi amigo Kiko, alegrando las tardes de Canarias desde hace años. Grande ahí. 

Cumple uno su sueño de hablar en la radio aunque sea unos minutitos, disfruta como una madre escuchando a sus compis y conoce a uno de sus mejores amigos. La Lanzadera sigue su curso.

Aday Machín.