Cuando de niño me hacían la típica pregunta de ¿qué quieres ser de mayor?, tenía clara mi respuesta. Rozando la treintena, y por lo tanto algo crecidito, sigue siendo la misma: periodista. Pero como los apellidos siempre explican mejor que los nombres quiénes somos siempre añado algo: deportivo.

Ver una competición con la emoción de descubrir quién gana. Y además, contárselo a los demás. Ya sea para aquellos a los que les interesa, compartiendo una misma pasión, o a esas personas que no quieren saber nada sobre el deporte, enseñándoles qué es lo que convierte en especial lo que pueda haber ocurrido. Al fin y al cabo, como decía Gilbert Keith Chesterton, “El periodismo consiste esencialmente en decir que Lord Jones ha muerto a gente que no sabía que Lord Jones existía”. Y el deporte no deja de ser una excusa para contar cómo vemos el mundo. También lo es la música, otra de mis pasiones, y que me acompaña siempre que puedo.

Cuando estaba acabando mi licenciatura de Comunicación Audiovisual temía que ese atractivo que le veo al periodismo se perdiera al compartir mi vida con él. Y aunque a veces ha sido necesario darnos un tiempo, ahora sé que estamos hechos el uno para el otro. Al fin y al cabo en una profesión así es difícil que aparezca la rutina. Cada día es diferente.

Narrando un partido, realizando una entrevista, o haciendo un reportaje. En cualquiera de esos casos, siempre he disfrutado. Ahora solo me queda una cosa, y es hacer que de ese modo pueda ganarme la vida. ¿Qué es lo que necesito? Una oportunidad.