La importancia del mensaje: grabamos nuestro elevator pitch

Nada menos que Picasso decía que “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. Siguiendo esta máxima, en la Lanzadera trabajamos concienzudamente la improvisación, porque, como hemos comprobado, en cualquier momento puede surgir una oportunidad laboral, un contacto con alguien que nos puede abrir una puerta, y es imprescindible estar preparados para esa situación, por breve que pueda ser.



Hemos ido aprendiendo, primero, a conocernos bien: a saber en qué somos buenos y qué áreas debemos potenciar. Sobre esta base, hemos visto cómo identificar y cuidar nuestra imagen, nuestra marca personal. Y ahora llega el momento de aprender a transmitirla con eficacia. Es evidente que hay que llegar con la mejor preparación a una entrevista de trabajo, pero en el día a día pueden surgir oportunidades, ya sean inesperadas o provocadas, en las que es vital que nuestro mensaje llegue, que “nos compren”, aunque solo tengamos un minuto en un ascensor, en el que nos hemos encontrado con esa persona a la que, en otro momento, quizá sea complicado volver a acceder. Se trata de que nuestro mensaje llegue de la mejor forma y en cualquier circunstancia posible.



Con este objetivo, y como ejercicio práctico, hemos vencido el miedo escénico grabando nuestro propio elevator pitch, con una doble utilidad. Por un lado, demuestra la labor de síntesis y de interiorización de nuestra esencia de manera eficaz. Un intenso trabajo previo de autoconocimiento lleva a esta seguridad. Es como dejar una píldora de lo que somos, con “gancho”, en aproximadamente un minuto. Y por otro lado, es un entrenamiento para situaciones reales, con la parte buena de que, al grabarlo, hemos podido compartirlo y recibir el impagable aporte constructivo de todos los compañeros y de Mar Quintero, nuestra técnico.

Es cierto que, en ocasiones, puede dar la sensación de que transmitir un mensaje de la mejor manera, en un momento imprevisto, puede parecer fruto de la inspiración, pero nosotros hacemos caso a Picasso y esperamos ese momento… ¡trabajando!