Pertenezco a ese privilegiado porcentaje de la población dedicado a trabajar con los más pequeños, concretamente con edades comprendidas entre los 0 y los 6 años.

¿Por qué es un privilegio? Porque me permite formar parte de un increíble hito evolutivo en el que las niñas y niños pasan de la total dependencia del adulto a una progresiva autonomía emocional, social, intelectual y física, base de todo su desarrollo posterior.

Siempre ofrezco lo mejor de mí. Para ello estoy formándome continuamente con el objetivo de profundizar en cómo desarrollar las habilidades sociales en el aula, cómo evaluar en cada ciclo, cómo atender la diversidad existente y cómo implementar las nuevas metodologías.

De mi trayectoria profesional, tanto en el cuidado de niñas y niños a nivel particular, como en una ludoteca y en una escuela infantil, he adquirido nuevas competencias como son el trabajo en equipo, una mayor capacidad de observación y escucha, reconocer la importancia de las emociones en la intervención educativa y la necesidad de crear espacios y tiempos donde se puedan expresar con libertad y sin miedo a equivocarse. Todo ello sin olvidar incluir componentes lúdicos y experimentales en la acción educativa, para lograr aprendizajes significativos, cercanos a sus intereses y necesidades pero, sobre todo, ofrecer una atención individualizada en un clima de cariño y confianza, básico para que las niñas y los niños progresen en su crecimiento personal y grupal.

Mi concepción de la educación consiste en guiar, apoyar, acompañar y motivar al alumnado en el maravilloso camino de su desarrollo, despertando su pasión por aprender y sabiendo que son ellos los principales protagonistas en este proceso.