El castillo más alto

Tres participantes, un montón de fichas rectangulares y unos “pocos” imprevistos.

Una de las primeras actividades que realizamos en la lanzadera nos ha servido para evaluar aspectos como la capacidad de planificación, el liderazgo o la actitud frente a los imprevistos, si estábamos más dirigidos a los objetivos o a las personas, incluso cómo iba variando nuestra actitud con nuestros subordinados en momentos de presión.

Cada uno de los participantes se enfrentó al siguiente reto sin conocer de antemano nada de lo que iba a pasar: por un momento sería el encargado de un operario que debía construir bajo sus órdenes y con la ayuda de unas fichas en forma de prismas rectangulares el castillo más alto. El tiempo límite sería de cinco minutos por participante. Eso sí, solamente podría dar órdenes, en ningún caso podría tocar las piezas, por lo que la buena comunicación iba a ser algo fundamental.

Una vez comenzada la prueba iban surgiendo diferentes imprevistos (previamente pactados por todo el grupo) que el participante que ejercía función de encargado debía ir superando: se le vendaba los ojos al operario, el castillo era derribado justo a la mitad del tiempo límite…

Todo mientras el resto de compañer@s analizaba y apuntaba los diferentes cambios de comportamiento del “inocente” participante, que desconocía todos estos pequeños problemas anteriormente preparados.

Una actividad que fue divertida a la vez que muy instructiva.

Al final nuestros compañeros Lorena y Sergio fueron los encargados de coronar el castillo más alto. ¡Enhorabuena!